sábado, 3 de noviembre de 2007

Sólo ante el peligro en San Siro...




Marshall Will Kane (Gary Cooper) en Sólo ante el peligro creo que tuvo que sentir también el aparentemente frío líbero rojiblanco Madariaga en el Estadio San Siro, hace ahora 30 años, cuando justo se dispuso a ejecutar aquella pena máxima faltando apenas 5 minutos para acabar el partido.

El reloj, uno de los símbolos emblemáticos del antológico western de Zinnemann, - mi película del Oeste de culto-, andaría también ese día en San Siro con su manecillas cercanas a las cinco de la tarde cuando el marcador en esos momentos reflejaba un 3-0 a favor del Milán, guarismo que significaba que, en ese instante, estábamos eliminados de la Copa de la UEFA.


Y eso a pesar de que, en el partido de ida, el mejor Athletic del que yo haya podido disfrutar jamás, se había impuesto 14 días antes por un contundente 4-1, en una segunda parte esplendorosa, - la mas gloriosa que yo recuerdo a nivel internacional en La Catedral-, remontando además un 0-1 inicial del mismísimo Fabio Capello en la primera parte, quién enchufó una volea en el semicírculo del área rojiblanca, tras un rechaze en el área de la portería de Ingenieros.

Aquel Milán de Gianni Rivera - apodado il bambino de oro- visitaba San Mamés en octavos de final de la UEFA con un equipo plagado de figuras, aunque ya, en honor a la verdad, era un equipo de postín bastante venido a menos. Aún así, su historial y su fama internacional acomplejaban a cualquiera y atraían al más pintado. Se respiraba pues ese miércoles-noche los mismos aires épicos de fútbol europeo en toda su dimensión que antaño, décadas antes, en las memorables eliminatorias contra el Liverpool o el Manchester, por lo que La Catedral lucía esa noche también sus mejores galas. Hasta el “sirimiri” no quiso perderse tan magno acontecimiento.



Equipo del AC Milan. Temporada 1976-77.




Pese a ese gol inicial, y a la insultante superioridad defensiva mostrada en la primera parte por los rossonieri, aquel magnífico Athletic de los Irureta, Alexanco, Guisa, Villar, Dani, Churruca, Carlos, Rojo, etc, no se amilanó,… y sabedor de su calidad atacante, salió como poseso tras el descanso. Y como si se hubiese desatado de repente una especie de galerna en el microclima de La Catedral aquel día tímidamente lluvioso, esa manada de leones les enchufaron 5 goles en 45 minutos a aquella pretoriana escuadra que se defendía mejor que una legión en formación de tortuga.

Dos goles surgieron de la bota del Guerrillero de Sodupe, y los otros tres de nuestro último Pichichi, mi luego compañero de estudios, Carlos. El último gol de éste fue, - !cómo no podía ser de otra manera!-, de cabezazo precioso, y fue el más bonito de los cinco pero, desgraciadamente, no subió ni siquiera al marcador por presunto fuera de juego, que, luego, al día siguiente, se demostró en blanco y negro en la TV que no fue. !Pero qué importaba un gol mas o menos si ese era el día que creo más henchidos de júbilo hemos salido, - yo por lo menos-, de San Mamés en una eliminatoria europea!....

Tenía yo por aquel entonces sólo 19 años y pensé, mientras enfilaba la cuesta de Olabeaga, camino el tren, como hacían todos los aficionados que vivíamos en la margen izquierda, que era todo un afortunado por ser socio de un Club con semejante equipazo, capaz de enfrentarse a las mejores escuadras del mundo y hasta golearlas. Eso inundaba mi mente, a diferencia de lo que me sucede ahora, pese a que los equipos rivales de aquella época no eran cojos ni mucho menos... aquellos también eran los tiempos de grandes jugadores nacidos a la sombra de aquel extraordinario Mundial del 74 que logró cambiar tácticamente las estrategias del fútbol… era la época de máximo esplendor en la Liga de los Cruyff, Neeskens, Netzer, Breitner, Bonhof, Rep, Sotil, Pinino Mas, Ayala, Krankl, Heredia, etc... que pululaban como mercenarios de lujo enrolados en los respectivos equipos de campanillas,... en los que también destacaban otros españoles como los Pirri, Rexach, Santillana, Valdez, Asensi,...

Pero, pese a esos nombres estelares, nosotros en aquella época del 1976-77, - y sin Lezama ni tanta gaita como ahora-, no teníamos motivos para envidiar por ello a nadie... y menos viendo cómo aquel equipo de Koldo iba dando cuenta en San Mamés de los rivales europeos que el bombo le iba deparando ese año… primero 5-0 al magiar Ujpest Dosza,... luego 3-1 al suizo Basel,... y ahora 4-1 al todopoderoso Milan, con acento en la i…

Pero a pesar de que al acabar aquel memorable partido todos los que bajábamos buscando el apeadero del tren esa noche europea mágica lo hacíamos mas eufóricos que nunca, sabíamos también en nuestro interior que aquello no estaba finiquitado ni mucho menos. Era de sobra sabido que aquel Athletic de Koldo bajaba mucho fuera de casa, y los equipos italianos de la ciudad de Milán, - los mejores entonces de Italia-, eran muy temidos en sus estadios, especialmente cuando lo veían todo perdido, ya que se dejaban el catenaccio en la caseta si necesitaban ganar, asediando a la portería rival, con saña de pretorianos sanguinarios, azuzados por una hinchada incansable y fiel hasta la esquizofrenia, pero cuyo empuje, gracias a Dios, quedaba siempre algo mitigado por la presencia de esas frías pistas de atletismo que alejaban a los temibles tiffosis del terreno de juego.

Y así fue; tal y como nos temíamos. La vuelta en San Siro se convirtió por momentos en un duelo funesto para los rojiblancos que habría sido digno de ser tema de un lienzo de esos macabros de Caravaggio. Recuerdo que ese día bajé raudo de Leioa, dado que el partido comenzaba a las tres de la tarde, hora que hizo que la comida se me hiciese más dificil de ingerir que ningún otro día ya que, entre cucharada y cucharada de sopa, el locutor, - el finado Alberto Bacigalupe-, nos asustaba con sus constantes gritos de cuasi-gol de los italianos. Si no me falla la memoria, el Athletic creo que logró llegar al descanso en San Siro con empate a cero, o tal vez perdiendo por la mínima, resistiendo esa primera parte como una veterana legión romana.

La historia, ahora futbolística, se escribía al revés: “il catenaccio” ordenado, como cuán disciplinada cohorte romana, esta vez lo ponían los vascones y, paradójicamente, el ataque en tromba y desorganizado partía de "los bárbaros" italianos. A fuer de ser sincero, en ese equipo de la temporada 76-77, lo menos fiable era la línea de la defensa, pero… !quién en su sano juicio no habría optado por ese repliegue total partiendo con tres goles de ventaja en un Estadio que sólo mentar su nombre - San Siro- asustaba al mas veterano y curtido de los futbolistas!...

En la segunda parte, el Milán, sabedor de su historia y su potencial, salió mas desesperado si cabe, y se lo jugó el todo por el todo encerrándonos en nuestra parcela en un asedio asfixiante... por lo menos eso era lo que se desprendía de la narración lánguida de Bacigalupe,.. y, al poco de comenzar, nos empezaron a caer los goles en nuestra red como entran los ganchos en la mandíbula de un boxeador groggie, con el efecto exponencial de que, a cada nuevo golpe, el púgil deambula mas sonado todavía... Y llegó por fin lo que no deseábamos: el tercero de los milaneses, de penalty en el 83, cuando apenas ya quedaban 7 minutos para el fin del suplicio...

El fiero Athletic dobló la rodilla en él césped de San Siro, cuál león herido de muerte.... Comenzó entonces una cuenta atrás de las mas angustiosas que yo recuerde en un aparato de radio.... Los italianos enardecidos, pero agotados por el esfuerzo, volvieron a retomar su clásico papel de replegados romanos y se atrincheraron en su fortificado castro para así salvaguardarse de un posible zarpazo final del moribundo león… Aún sus mentes tenían fresco el vendaval de juego y goles que hacía 15 días había surgido de aquellas zarpas leoninas…

El Athletic, en un arranque de orgullo, se quitó el casco, el escudo y la coraza con los que habían saltado inicialmente al campo para defenderse y, de pronto, se transformó en ese temible depredador de la jungla, asediando ahora de nuevo la guarida de los milaneses… El asedio de los rojiblancos y el miedo de los rossonieri podía fácilmente percibirse por la ahora excitada voz de Bacigalupe…



Y fue entonces cuando, a falta de 3 minutos, surgió “la magia”… ahora dicen también que un tal Fran tiene un duende en su zurda… ¡no lo dudo!… pero cuando uno ha visto acariciar al empeine exterior del pié izquierdo de Txetxu tantas tardes el balón haciendo avanzar el cuero sobre el césped cuán se desliza una bola de billar sobre el delicado tapete verde, enfilando de esta guisa al contrario para dribarle, luego le cuesta que algo fabricado con la zurda ya le sorprenda …

Pero es que además esa magia de Rojo surgía como la de Hoodini,... !cuanto mas complicado se ponía el partido, mas Txetxu asumía la responsabilidad de jugársela en el uno contra uno!... sabedor de su superioridad… Y así fue como el once rojiblanco, tras recibir en su banda un pase largo desde la media, controló el cuero a la par que pisaba inmediatamente el borde superior del área rival,… y cuando justo el defensa italiano se le acercaba raudo para interceptar la jugada, el fino extremo rojiblanco, en vez de seguir con el balón en dirección lógica hacia la línea de fuera de gol, en la típica jugada de extremo, se frenó en seco a la par que con el empeine exterior de su pié tonto golpeó suavemente el balón pero hacia dentro del área rival, colándole el balón al italiano por debajo de las piernas, quién arrolló a Txetxu tirándole al suelo dentro del área, víctima del sutil engaño…

Penalty claro pues, en una jugada casi tonta, ingeniado por aquel maestro zurigorri de clase y listeza difícilmente ya inigualable en los actuales tiempos… La esperanza se apoderó ahora de nuestros corazones, pero… ¡había que meterlo!... Y de repente todos nos dimos cuenta de que no estaba en el campo Dani, nuestro consumado especialista, … la zozobra se apoderó durante segundos de nosotros los aficionados… y me imagino que se produjo un momento similar de angustia en la sabana verde de San Siro… supongo que las miradas desesperadas desde el banquillo de Koldo hacia sus jugadores buscando que alguno de ellos le aguantara la misma y asumiera aquella escatológica responsabilidad, serían dignas de los hermanos legionarios en Beau Geste…

De repente, cuando el desconcierto y el pánico escénico parecían adueñarse de los rojiblancos, una figura desgarbada, como salida de una novela de Marcial Lafuente Estefanía, comenzó a dirigir su paso cansino de pistolero zambo hacia donde se encontraba en esos momentos el quemante esférico. Ese defensa que caminaba hacia el cuero con un deambular algo indolente era el mismo central que con la camiseta gualdinegra encima me había deleitado durante varios años antes en Segunda, ahora en el entrañable Lasesarre. Allí, el sestaoarra Iñaki Madariaga, jugando de líbero impartía todas las tardes, - y pese al sempieterno barro del campo fabril-, lecciones varias de cómo jugar en el puesto de líbero al mas puro estilo técnico del propio Kaiser alemán, aunque salvando las distancias.

Yo nunca había visto a un defensa central driblar así, con ese desparpajo, como “Mada”, - así le llamábamos cariñosamente-,... parecía como si tuviese la sangre de horchata,... Pero es que, pese a su estatura, Mada no era un recio central del Norte al uso de aquella época… tal vez porque se había formado años antes en la Escuela merengue madrileña, mas de toque que de fuerza, y de donde Iñaki vino luego cedido al club fabril…

Algunos seguidores barakaldeses, que supongo por estar "el Peñarol" en Segunda como máximo no habían visto quizás nunca defensas de gran clase, le compararon rápidamente con el mítico Garay… pero mi padre enseguida me desengañaba diciéndome ceremoniosamente por lo bajo: - No hagas caso, hijo…comparar a Mada con Garay…. es como comparar al propio Jesús con Beckenbauer… Y yo me quedaba a dos velas, tras oir la contundente frase de mi progenitor, ya que nunca había visto jugar a Garay…

Pero Mada iba tan sobrado en esa División de Plata que enseguida le fichó el Athletic a mediados de los 70, pese a su aparente lentitud y calzar un "colt 43". Con él también recalaron del club fabril los Dani, Otaolea y Escalza,... En esa temporada gloriosa del 76-77 Iñaki se alternaba ya en el puesto con un joven líbero, muy prometedor, llamado Alexanco, y actuaba en la defensa formando pareja a veces con Guisasola o esporádicamente con el casi juvenil Goiko. El tosco central Astrain ya apenas jugaba con Koldo, cuyos gustos eran más de jugadores técnicos. Pero dejemos Lasesarre y volvamos al reloj de San Siro....

Allí, como en Sólo ante el peligro, sus manecillas avanzaban inexorablemente al desenlace marcado para las cinco de la tarde... Iñaki se dirigió al balón andando parsimoniosamente, algo que era muy característico en él, dando la sensación de dominar la situación al igual que la daba el Marshall Kane cuando deambulaba solitario por la calle de aquel pueblo, aparentemente deshabitado, en la busca del pistolero y su banda,… y me supongo que el líbero rojiblanco sentiría de forma parecida sobre su nuca la mirada de sus compañeros y del público hostil, al igual que Cooper, cuando patrullaba por la calle, notaba los ojos de aquellos vecinos que esperaban, cobardemente escondidos en sus casas, que cumpliera él sólo con su responsabilidad de autoridad, sabedores de su elevado sentido del deber....


Mada cogió el balón y lo depositó con toda la pachanga del mundo sobre aquel punto blanco fatídico.... Hubo un momento en que el tiempo, como en la película, parecía haberse detenido,… que las manecillas del reloj no avanzaban… haciendo así vivir la situación de forma tal que cuanto mayor era la espera,... mayor era la tensión en la escena… Por fin, la desgarbada figura de Iñaki se irguió del punto fatídico… se echó cuatro pasos hacia atrás con lentitud exasperante hasta detenerse… y se puso con los brazos en jarras mirando fijamente de lado al árbitro, ninguneando así la existencia del rival “Frank Miller” que tenía enfrente bajo aquellos palos… su pose era tan chulesca que parecía como si fuese a disparar a portería vacía…

Las agujas del reloj de San Siro se acercaban a su minuto crepuscular … la emoción era máxima… El Juez, representado por el Sr. de Negro, miró antes a ambos duelistas… y por fin silbó el pitido de lanzamiento… Mada ahora giró lentamente su cuello y depositó por vez primera la vista en su rival rossonieri, a la par que pergeñaba una “carrera” hacia el balón a la misma velocidad que la que desarrollaría una tortuga venida de Galápagos paseando por el muelle del Arenal viendo los kioscos un domingo… Un primer paso pianíssssimoooo… seguido de otro andante… luego ya el tercero, y último, alegro ma non troppo… y el portero ya no le aguantó tan desesperante tensión y desenfundó primero, con un leve tic de su cuerpo hacia su derecha… …pero del 43 de Mada se disparó mansamente un balón a media altura hacia la izquierda del cancerbero, colándose en la portería, mientras el portero, víctima del sutil engaño, se limitaba a hacer la estatua viendo, como si fuese un pobre espectador, impotente cómo le entraba la bola en su guarida…

Me arrodillé en el frío suelo de mi cocina, y con los brazos en cruz, exhalé un grito de.... !Gooooolllll…! como no lo he hecho nunca en mi vida… Y un par de minutos después el tic tac asfixiante del reloj se detuvo definitivamente en San Siro, con sus manecillas marcando la misma hora que en la famosa poesía de García Lorca… ¡A las cinco de la tarde!...

Los aficionados italianos se quedaron frustradísimos, con la miel en los labios,… y fue tanta su indignación con el equipo que, a su salida del Estadio, un grupo de tiffosis destrozó el coche de aquel defensa que cometió el penalti tonto sobre el mago Txetxu.

Han pasado 30 años desde que el Athletic eliminase al ahora equipo mas laureado del mundo,... pero yo jamás podré olvidar ese momento mágico, sublime, catártico, que me hizo sentir Mada, cuán Marshall predestinado, cuando asumió aquella tremenda responsabilidad y no fracasó en el épico duelo…

Como anécdota frívola recuerdo que asistió Plácido Domingo al encuentro, porque actuaba esos días en la Scala, y llevó al Estadio una bufanda rojiblanca para proteger así sus cuerdas vocales del intenso frío milanés (publicaron al día siguiente una entrevista en El Correo con foto de él)…

Pero, a pesar de que se encontraba presente en el campo uno de los mejores tenores del mundo, en el estelar firmamento de la Scala de San Siro estaba predestinado que ese histórico día, el agudo del Vinceró de Nessum Dorma lo diera un tal.... !Iñaki de Sestao!....

1 comentario:

Mariosila80 dijo...

Inaceptable que esta historia no tenga comentarios.

Todavía recuerdo aquel mediodia...tiré la radio al suelo con el 3-0....no quise escuchar más....los ojos a punto de lagrimear....me pudo la angustia y justo volví a encender la radio, sin esperanza, porque ningún grito se oía por el patio , en el momento en el que aconteció el penalty....las manos heladas como nieve, ese nudo que te cierra el estómago....y qué grito solté....y qué carrera por el pasillo de casa...

¿Cuánto valdria hoy aquel equipo?